lunes, 26 de marzo de 2012

Lucha de Gigantes

Se movía con gran destreza, su espada paraba un golpe tras otro, su oponente no paraba de intentar asestarle un golpe que decidiera la batalla de su lado. Si bien es cierto él ya tenía experiencia en combates cuerpo a cuerpo, seguía defendiéndose, esperando el momento exacto en el que un despiste de su adversario desnivelara la lucha de su lado. Las espadas se encontraban una y otra vez, parando golpes la de uno, lanzándolos la del otro. A la altura del pecho, de la cabeza, en un costado, su rival parecía no cansarse nunca.

Una fracción de segundo, eso fue lo que pasó, su adversario tardó una fracción de segundo en tomar aire, lo que no sabía es que no volvería a respirar. El golpe anterior a ese instante fue de arriba abajo, intentando partirle en dos, un movimiento de muñeca rápido y certero desvió el golpe que terminó con la punta de la espada en el suelo, fue entonces cuando respiró y cuando Damon vio el momento, no lo pensó dos veces, se giró sobre si mismo para que la espada tomará toda la velocidad y fuerza posible, estiró ambos brazos sujetando la tizona con ambas manos. Fue un corte rápido, tosco debido a las mellas de su arma, Su respiración comenzó a dejar claro que estaba muy cansado, pero que esa batalla había terminado. Sobre la hoja de su espada trozos de piel y hueso mezcladas con la sangre de su rival, que se desplomaba en sobre el suelo y cuya cabeza rodaba hasta sus pies. Damon se puso en cuclillas, sentándose en el suelo segundos después, con la espada entre sus manos y la vista clavada en el azul del cielo. 

El atardecer le cogió tumbado sobre el duro suelo arcilloso, con el cuerpo inmóvil a escasos centímetros de él y con la cabeza lejos de su cuello, decidió que era el momento de seguir su camino. Se puso en pie, tomó su espada y comenzó a andar. Cuando el cielo comenzó a ponerse de un rojo intenso, que indicaba que el día estaba a punto de morir un rumor que parecía acercarse le llamó la atención. Al dar la vuelta para ver que era solo vio una gran nube de polvo que se acercaba con velocidad a su encuentro y un escalofrío le atravesó el cuerpo. Comenzó a correr con todas su fuerzas, sin mirar atrás, no hacía falta, sabía que cada vez estaba más cerca, ahora diferenciaba la pisada poderosa de los caballos y las voces de los jinetes azuzando a las bestias para darle alcance. La carrera se convirtió casi en suicidio al ver a lo lejos que el mundo se acababa. Freno su frenética marcha, y con paso lento se acercó al borde del precipicio, fue entonces cuando comprendió que solo tenía una opción.


Miraba hacia esa nube donde ya se dibujaban las siluetas de caballos y caballeros, avanzó varios pasos para alejarse del acantilado y acercarse más hacia esos adversarios. Eran muchos incluso para él, tal vez una veintena, la carrera hasta ese punto le había rebajado mucho sus fuerzas, aun así y mirando de nuevo al cielo, desenvainó su espada de nuevo, abrió un poco los brazos, el sonido de los cascos de los caballos, el choque metálico de las armaduras, todo se quedaba en silencio en su cabeza. La espada en una mano con la punta dirigida al suelo, la otra abierta y extendida, su cabeza aun mentalizándose de lo que le venía encima, a penas un centenar de metros le separaban. Con tranquilidad fue recobrando la concentración que requería el momento, unió las manos en la empuñadura de la espada, flexionó timidamente las rodillas, afianzó los pies sobre el terreno, y cuando apenas le separaban del primer jinete unos metros esbozó una sonrisa, que heló la sangre de este. No vio venir el golpe, ni siquiera sintió dolor. Cayó directamente del caballo sangrando y con un tajo que le cruzaba pecho y brazo. Murió. Este primer contacto solo fue un aviso para el resto que al ver como caía su compañero se quedaron petrificados.

Todos desmontaron de sus corceles formando una media luna frente a Damon, a lo lejos Philip se acercaba raudo en otro caballo, junto a él iba Arya. Ambos estaban perplejos al ver la escena, Damon zarandeaba la espada hacía un lado y otro sin parar, retrocediendo más y más hacia el borde del abismo, pero nadie había a su alrededor. Temiendo lo peor ambos arrearon más a sus caballos, ya que ambos sabían que Damon luchaba contra si mismo, y por como daba un paso tras otro atrás los demonios y miedos de Damon estaban ganando esa batalla.



A veces, que no siempre, hay batallas en las que nadie puede ni debe ayudarte.