lunes, 12 de septiembre de 2011

Príncipes, Historias ficticias (¿O no?) - Parte 2-

Al despertar a la mañana siguiente se encontró en la silla de la habitación un traje de baño, extrañado salió en busca de algo para desayunar y se encontró con el bueno de Thomas.
- ¿Que haces así todavía Richard?
- Pues, buscar algo para desayunar supongo
- ¿No has visto el traje de baño?
- Eh... si, pero...
- Pero nada Señor, póngaselo y por favor, baje al lago, estamos preparando un gran almuerzo- Dijo el orondo escriba tocándose la barriga con ambas manos. El conde asintió con la cabeza, giró sobre si mismo y volvió a la habitación, se colocó el traje de baño y bajó al lago. Allí estaban de nuevo los 5 compañeros, Claris, Guadiana, John, Marina y Thomas, solamente ellos, al lado de una gran fogata en la que ya daba vueltas un enorme cerdo. Tras Richard aparecieron varios sirvientes, que fueron colocando sillas y tablones de madera para formar una mesa, charlas agradables, algún baño, y una sensación rara la que vivía en esos momentos Richard. Además de una extraña afinidad entre Marina y él, terminar las frases, pensar lo mismo, actuar con la misma naturalidad, algo extraño, y que a Richard le hacía sentir muy cómodo, y parecía que ella se encontraba en la misma situación. Se sonreían, se miraban y sonrojaban sin saber por que, algo había pasado, sin explicación, ni intención.

Así pasaron la mañana y parte de la tarde, todos juntos, hablando riendo y entonando alguna canción popular. cuando el sol empezaba a caer, Richard decidió marcharse, no sin antes invitarlos a visitar Fumaces y el gran lago, podrían repetir lo mismo allí, Guadiana ofreció la casa que tenía junto al lago que nombraba Richard, para hacer esa pequeña fiesta. Todos aceptaron y quedaron en verse en un par de días.

Antes de montar a caballo, y en las escaleras de la casa consistorial Richard se despidió de John, Thomas, Claris y Guadiana, dejando para el final a Marina, con la que se fundió en un abrazo diferente a los que había dado hasta entonces, un escalofrío recorrió a ambos por el espinazo, erizando los vellos de todo su cuerpo, fue algo eléctrico. Se separaron sin querer separar sus brazos que recorrieron los del otro hasta la punta de sus dedos, que intentaron aferrarse sin éxito para evitar la partida de él.
Subió a lomos de Emperador, y sin mirar atrás y algo enrarecido, comenzó a alejarse de Villalba, ya solo quedaba el recuerdo de esa extraña sensación, y una imagen grabada en su mente, Marina.
La muchacha, se quedó al pie de la escalera forzando la vista para ver si el conde se giraba, esperando que volviera, pero eso no ocurrió, y cabizbaja volvió al interior de la casa, dentro, Guadiana le dijo sonriente "en un par de días volveremos a estar juntos"

Pero no fue un par de días, Richard seguía con un paso lento sobre Emperador, pensando en lo que había pasado esa tarde. El corcel no paraba de relinchar, tratando de decirle algo a su amo - Tranquilo Emperador, ¿que te pasa chico? - El caballo cabeceaba hacía un lado y otro sin parar, parecía querer dar la vuelta. - ¿Crees que es apropiado? - Emperador se paró en seco, como dándole una respuesta - ¿De verdad? no me lo puedo creer, vamos Emperador, sigue adelante- El caballo ni se inmutó - ¡¡Emperador!! - y en ese momento se giró sobre si mismo, volviendo sobre sus pasos, "Tal vez no sea una locura" pensaba el Conde, "es una locura" justo después, ambos pensamientos enfrentados, pero el caballo no frenaba y seguía rumbo a Villalba, con un paso más rápido, casi trotando. Al llegar de nuevo a la entrada del pueblo, con la noche sobre su cabeza, al igual que una enorme luna llena, bajó del caballo y comenzó a andar por el pueblo "¿Que buscaba?"

Fue en una de las calles cercanas al ayuntamiento, se quedó paralizado, sin saber que hacer, al otro lado de la calle, otra persona en la misma situación. Ambos comenzaron a andar, Emperador se soltó y se quedó al margen, cada vez estaban más cerca, y nerviosos, y ansiosos, y cerca, muy cerca. Coincidieron bajo un farol, no hubo palabras, un abrazo, una caricia, y ocurrió, un beso tras otro, un abrazo sincero, otro beso apasionado, sin palabras, no hacía falta, y sin ellas se subieron a lomos del blanco corcel, y buscaron un sitio lejano de toda mirada indiscreta, Emperador salió a galope tendido de Villalba, ella se aferraba a la cintura de Richard con fuerza, y sin miedo, con ganas de quitar el freno a todo, cerca del lago pararon, casi no dió tiempo a bajar del equino, se lanzaron con tal ansia que casi se hicieron daño, terminaron rondando por la alta hierba cercana a la orilla, en un momento estaban sin ropa, y palpándose toda la piel, recorriéndose, reconociéndose, encendiendo esa pasión que llevaban reprimiendo desde esa mañana, sin explicación alguna, sin motivo alguno, simplemente surgió. No hacía falta hablar, ella acariciaba la rasurada cabeza de Richard, el acariciaba sus muslos y se acercaba a su sexo, besaba sus senos. El tumbado boca arriba ella recostada sobre él, y con una inusitada excitación se convirtieron en uno, abrazos, besos, movimientos de cintura acompasados, cambio de postura, ella aferrada a la cintura de él, él en pié apoyando los brazos sobre un árbol cercano, ella lo notaba dentro y no quería parar, el no podía parar,  gemidos y respiración entre cortada, sudor y un ritmo frenético en ambos, pulsaciones dignas de ataques al corazón, tensión desatada y pasión desmesurada.

No se hicieron con el tiempo que pasaron así, pero fue el suficiente para querer repetir, el problema eran las gentes y lo que pensaran, aún así a Richard no le importó, no era lo que más le gustaba, pero ya sabía lo que era esconderse por una mujer.

Los encuentros se repitieron, cada vez con más asiduidad, con más ganas por parte de ambos. Y eso empezaba a complicar la relación pública de ellos. Controlar las ganas de besarse era muy difícil, lo que no controlaban eran los gestos y los roces y abrazos y besos castos, "amigos nada más" decían a todo el que preguntaba, nadie les creía, pero no les quedaba más remedio que seguir sin decir nada. Disfrutar de una pasión así, en esas circunstancias no es fácil, aunque si muy sugerente.

¿Hasta cuando aguantarían así? Richard no se preocupaba, Marina en cambio, es algo que no se podía quitar de la cabeza. Aún así...

"Hoy que no estás voy a inventarme el final, es mi historia y no tengo que decir la verdad"
Al cabo de los años, sentados en la terraza superior del castillo, ambos en sendos sillones y cogidos de la mano, seguían sonriéndose, y recordando aquella mañana en el Lago de Villalba, y sonrojándose al rememorar la noche, sus cuerpos, arrugados por fuera y apasionados por dentro seguían siendo igual de cómplices que aquel día, aún hoy, tras tantos años juntos...

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