domingo, 30 de marzo de 2014

Grita

El coche avanzaba por la carretera desierta con rumbo incierto, dentro todo era silencio. El ruido del motor, que otras veces hacía las veces de anestésico esta vez no surtía efecto. Un cruce y girar donde te pida el alma, sin mirar carteles, casi sin prestar atención a la carretera, buscando un lugar que ni siquiera sabe donde está, ni si existe.

Atardecía a un ritmo endiablado, tal vez fruto de su mente enfermiza pareciera que el tiempo aumentaba su ritmo, volvió a girar saliendo de la carretera por un camino, por llamarlo de alguna manera, y entre baches, piedras y matorrales paró el coche, apagó el motor y se quedó sentado mirando a ninguna parte, ausente.

Al reaccionar, tras perder la noción del tiempo comenzó a dar golpecitos nerviosos con los dedos sobre el volante. Abrió de golpe saliendo atropelladamente, respiraba entre cortado, apoyó las manos sobre el techo del coche. "Profundo, respira profundo" recordaba las palabras del sanitario que le atendió en urgencias en su última, e indeseada, visita al hospital.

Dos paso atrás, volvió a tomar aire, llenó sus pulmones y lo soltó lentamente. Cabizbajo, desorientado y con la mente en blanco. Comenzó a caminar con un leve zig zag, levantó las manos temblorosas y cruzó los dedos tras la cabeza. Al llegar a un claro frenó en seco. Se hincó de rodillas. Apoyó las manos en la tierra. Perdido, así se encontraba. Se tumbó boca arriba, colocó las manos sobre su pecho, volvió a tomar aire, pero esta vez no lo soltó. Al abrir su boca surgió un alarido que estremeció el paraje en el que se encontraba, vibró el suelo sobre el que estaba tumbado. No fue solo un grito lo que salió de su boca, fue un concentrado de impotencia y rabia, con una pizca de sinrazón y aderezado con un buen puñado de tristeza.


Había soltado algo de lo que llevaba dentro, se sentía mejor, pero no era suficiente, se incorporó de nuevo, y comenzó a andar de un lado a otro, volvió a coger aire y...

Cada vez que gritaba algo se removía en su interior, y así estuvo casi toda la noche, en soledad, en mitad de ningún sitio, gritando, desahogando esa presión que le estaba haciendo perder la cabeza. Con las primeras luces del día y sin apenas voz, sonreía. Gritar le liberaba, gritar le sentaba bien, gritar se había convertido en una solución. Gritar a nadie, sin nadie. Simplemente Gritar.