Hay historias que son dignas de contar, y la de Richard no iba a ser menos. Era un galán venido a menos, que hacía poco había cambiado de localidad acompañado de su compañera de fatigas Elizabeth. Richard era hijo de un conde asesinado, por sus venas corría sangre real, pero desde la muerte de su padre, sabía que no iba a ser príncipe nunca, aunque para Elizabeth lo sería siempre.
Al llegar a su nuevo destino, con la intención de cambiar de vida, se empezó a ganar la vida como si jamás hubiera vivido rodeado de grandes del reino, empezó intentando ser lo más humilde que supo, pero era inevitable que sus genes salieran a la luz, hablaba con palabras cuidadas y siempre media muy bien todo lo que de su boca salía y comenzó a llamar la atención en demasía, sin quererlo, pero lo hizo. Elizabeth notó que el se distanciaba y no sabía por que, tal vez, lo que habían vivido durante los últimos meses, hubiera sido todo bastante acelerado, perder a un padre, y verse sin dinero y con tantos agobios sumía a Richard en un afán incontrolable por sacar todo adelante, sin tiempo para dedicar a Elizabeth, y eso estaba deteriorando la relación.
Fumaces, no era un sitio normal, allí todo era bastante extraño, la gente miraba a Richard de forma extraña, tal vez su excesivo corte de pelo fuera un motivo para ser el centro de atención, tal vez su forma de andar, un tanto chulesca, sea lo que fuere, lo cierto es que no consiguió engañar a nadie, Richard no era un tipo normal, y lo que le rodeaba tampoco. Una mañana durante uno de sus descansos matinales, un joven pizpireta se acercó por sorpresa a nuestro protagonista, estaba subida a un alto para poder hablarle a la cara, Richard era un tipo corpulento y Aliena, quería ver su reacción cuando la viera, la sorpresa para ella es que llevaba unos extraños anteojos que reflejaban su rostro en ellos, y apenas se podía vislumbrar hacia donde miraba Richard. Ella le llamó por su nombre, todo el mundo le conocía, aunque él no lo supiera, le entregó un pequeño bulto envuelto en un trozo de tela y le pidió que lo abriera llegado el momento,
-¿cuando será el momento? - Replicó Richard
- Estoy segura que sabrás cuando es.
Se bajó del alto donde se encontraba, y se fue, tranquila por fuera, y hecha un auténtico flan por dentro, seguro que le he parecido tonta, pensaba para sí, seguro que tira el paquete.
Richard estaba un poco consternado, jamás le había pasado nada parecido, en el Castillo de su padre, las cosas no eran así, normalmente todo iba concertado, incluso él tenía casi todo listo para su boda, pero la muerte de su padre estropeó el enlace y lo hizo sumirse en una gran tristeza, fue entonces cuando conoció a Elizabeth, que lo ayudó a salir de ese bache emocional, que lo estaba sacando de su sumisión, y ahora él, la estaba dando de lado.
Una noche, al llegar a casa Elizabeth lo esperaba con un serio semblante, algo pasaba, y no era nada bueno.
- ¿que demonios te pasa Richard?
- Nada, ¿debería de pasarme algo? - El tono de la pregunta de ella, lo puso a la defensiva, algo no iba bien y no sabía muy bien que era
- Estás distante conmigo, hace tiempo que no hablamos y el tiempo que me dedicas no es suficiente, no hacemos nada juntos - Un tono melancólico y de tristeza absoluta se denotaba en la entonación de Elisabeth
Richard no supo que contestar, le pidió perdón, y salió de la casa para dirigirse hacia la cervecería. Había sido un día duro, y no se encontraba con fuerzas para discutir, ni siquiera para encontrar una solución a algo que se le estaba llendo de las manos. Allí se encontró con Philip, su gran amigo, estuvieron hablando de la cosecha, de la construcción la nueva catedral de la ciudad, pero Richard quería llevar la conversación a su terreno, sin saber muy bien como hacerlo. Pero Philip no era tonto, y conocía bastante bien a su amigo, sabía que algo le rondaba la cabeza y no sabía muy bien que era, así que le preguntó sin dilación y a discreción.
- Richard, te conozco lo suficiente para saber que algo te ronda la cabeza, ¿que te pasa?
Richard ladeó la cabeza, le dió un sorbo a su cerveza, y le comentó el conato de discusión que acaba de tener con Elizabeth. Philip tampoco lo entendía demasiado bien, Richard no paraba de trabajar para conseguir un futuro próspero, y después del esfuerzo que estaba haciendo, esa respuesta por parte de ella no lo entendía pero, conocía a su amigo, y sabía que eso era capaz de solucionarlo, debía de haber algo más e intentó sonsacarlo. Al cabo de un rato, Richard sacó un bulto del bolsillo de su vaquero, era algo envuelto en un pedazo de tela, "¿que hay dentro?" preguntó Philip, y Richard sonrió "No lo sé, todavía no ha llegado el momento..."
Pasaron los días, y la situación con Elizabeth empeoró, tanto es así que decidió volver a su hogar, dejando a Richard dolido, por no haber sabido que hacer en esa situación, no supo reaccionar en varios días, pero Philip consiguió sacarlo de su patético estado. Durante poco más de un mes Richard se limitó solo y exclusivamente a trabajar, incluso se dijo que debía de bajar su intensidad, ya que no le estaba haciendo ningún bien a la salud, apenas dormía y comía si se acordaba o si Philip se lo decía, pasado ese tiempo, no hizo otra cosa que trabajar y descansar.
Cierto día, mientras descansaba en su casa, Richard sintió el deseo de re-decorar un poco su hogar, y fue al acercarse a la chimenea cuando vió algo que le resultó familiar, un paquete de tela, entonces recordó a Aliena, esa pequeña mujer de pelo largo que a veces se cruzaba por los campos de la ciudad, mientras caminaba hacia el trabajo. ¿que habría en el sobre?¿habría llegado el momento?
Richard lo abrió con premura, y se sorprendió al ver lo que en su interior había, no se esperaba eso, se sentía otra vez como un príncipe, por sus venas la sangre corría a borbotones dejando claro que esa sangre era de un color azul intenso, él formaba parte de la realeza, aun estando en su peor estado, desaliñado y viviendo en una triste casa de madera, con los vaqueros rotos el seguía siendo parte de las familias importantes del país, aunque bien es cierto, que el no se sentía como tal, se había convertido en un simple constructor, por muy azul que fuera su sangre....
Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia, no le busquéis explicación a algo que no la tiene... ¿o no es pura coincidencia? :D espero que os halla gustado leerla, tanto como a mi escribirla
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