viernes, 9 de septiembre de 2011

¿Cuando rendirse?

Un grito lejano le sacó de ese estado en el que se encontraba, notaba como un hilillo de sangre le caía cercano a su ojo izquierdo, resbalando constante hasta la barbilla, pasando entre su mejilla y su oreja. Tenía algo en la cabeza que le impedía ver, algo en la boca que no le dejaba expresar el dolor, las manos atadas a la espalda de la silla donde se encontraba sentado, igual que sus pies. En lugar de dejar que el miedo y el pánico se apoderaran de él se paró a pensar en todo lo que le rodeaba, cerró los ojos y empezó a analizar la situación. Cinta americana en la boca, una bolsa de tela en la cabeza, más cinta americana en las muñecas y una cuerda en los tobillos que le impedían soltarse pero le dejaban mover un poco los pies.

Abrió los ojos de nuevo, respiraba con tranquilidad, empezó a mover las muñecas, hacia delante, hacia atrás, siempre en contra una mano de la otra. Sus brazos estaban empezando a flaquear, cuando escuchó y notó como la cinta empezaba a ceder en sus muñecas. Entonces apoyó los codos sobre la espalda de la silla, respiró hondo y empezó a estirar los brazos hacia los lados, la cinta no cedía, el aumentaba la fuerza, sus músculos se hinchaban, la sangre circulaba a toda velocidad por sus brazos, otro sonido leve provocado por la rotura de las ataduras. Paró un poco, recuperó el aliento y sin pensarselo dos veces volvió con todas sus fuerzas a separar las manos, esta vez la cinta no pudo aguantar ni un solo envite, se partió en dos, quedando solo algunos restos en ambas muñecas. Se las quitó sin prisa, se despojó de la bolsa de la cabeza, y sin pararse a valorar las consecuencias dio un tirón a la cinta que le tapaba la boca, no hizo ruido alguno, un grito ahogado y apenas perceptible fue lo único que soltó. Tanteo la cuerda de sus tobillos, un nudo duro y complicado que le llevó un rato poder quitar, al hacerlo se tiró al suelo. se sentó justo al lado de la silla. Ahora veía la habitación, o la intuía en esa lugubre estancia, húmeda y sin ventanas, le pareció ver una puerta a su derecha, la examinó, percatándose de que no se colaba ningún resplandor por las rendijas entre la puerta y el marco. Gateando se aproximaba intentando no hacer ruido, cuando volvió a oir ese grito, lejano, de una voz para su desgracia familiar, Marina, la oía a lo lejos, pidiendo ayuda, pero no entendía mucho más. Pegó el oído a la puerta, no se escuchaba nada, solo las voces de auxilio de ella en la lejanía.

Se incorporó y tanteo la puerta, buscando el picaporte, al cogerlo se quedó con el en la mano, maldijo de todas las formas que conocía, aprovechando que su vista se había acostumbrado a la escasez de luz comenzó a mirar a su alrededor... vio la silla, y nada más, la levantó en peso y sin pensarselo dos veces la lanzó contra la puerta, la silla perdió una de sus patas y parte del espaldar, la volvió a levantar, y sin soltarla golpeó una y otra vez la puerta, parecía inagotable, cada vez que parecía faltarle el aire, la voz de Marina pidiendo ayuda le azuzaba con más fuerza, y con más ira golpeaba la puerta, con una silla que se deshizo al tercer asalto, quedándose solo con las dos patas delanteras por donde la tenía cogida. Cuando se quedó sin silla con la que golpear empujó la puerta, que solo había cedido un poco en el marco, pero que estaba prácticamente intacta, entonces limpió un poco el suelo delante de la puerta, unos tres o cuatro metros, se alejó, volvió a tomar aire y comenzó a correr, empotrando su hombre contra la puerta que esta vez si que crujió, y eso le llenó de energias, otra vez a cuatro metros, otra vez tomando aire, otra vez impulsándose con todo lo que le quedaba dentro, y volvió a crujir, la puerta y algo en su brazo, pero no se inmutó, a la tercera embestida el marco de la puerta cedió, y el cayó de bruces en el suelo de un angosto pasillo que había tras él. Doce puertas, es lo que había, 6 a cada lado, ningún ruido, ningún grito, al fondo una pared...

Paseaba su oído por todas y cada una de las puertas, intentando notar algo de vida tras ellas antes de arriesgarse a abrirla, escuchó un llanto, llanto de impotencia, llanto que también conocía, era Marina de nuevo, que estaba perdiendo toda esperanza, pero el llanto le llegaba de todas las malditas puertas de ese pasillo. Intentó lo fácil primero, abrir por el tirador, estaba claro que no iba a ser tan fácil, se alejó un paso, y golpeó con la pierna derecha la puerta, que cedió sin problemas, habitación vacía, y parecía que Marina había oído el golpe de la puerta, comenzó a gritar si había alguien, el guardaba silencia, se fue a por la segunda, misma operación, un paso atrás y un golpe seco, mismo resultado, puerta abierta, habitación vacía. Así con las doce puertas, las doces estancias estaban vacías, sin nada más que una bombilla mugrienta y parpadeando en el centro del pequeño habitáculo.

La voz de Marina desapareció de todas las habitaciones, ahora solo sonaba al otro lado del muro. El empezaba a desquiciarse, sus ojos empezaban a inyectarse en un rojo mezcla de la pasión por Marina y la ira por no conseguir alcanzarla, sin venir a cuenta golpeó la pared con los puños cerrados, haciendo vibrar la endeble construcción, el lo notó, y su ira aumentó al ver todo el tiempo que había perdido, y golpeó con un puño, luego con otro, luego con los dos, se estaba volviendo loco por momentos, seguía golpeando con una rabia desmesurada, notaba el cimbreo de la pared, pero no caia, la impotencia le hizo soltar un grito aterrador para el que lo oyera, y su fuerza pareció aumentar aún más, y el golpe con su mano derecha atravesó el muro, al sacar la mano se trajo consigo más de media pared más, y su cara desencajada por la rabia contenida amedrentó a las ratas de la habitación contigua, y la tele que había colgada del techo, se encendió al pasar dentro de esa nueva habitación, en la pantalla Marina, dando vueltas en una habitación, parecía una habitación normal, cama, armario, bien iluminada, escritorio con ordenador, con rejas en las ventanas y por lo que pudo observar con la puerta cerrada a cal y canto.

Miró a su alrededor, cansado de tanto golpe, y solo veía una pasarela hacía otro pasillo a su izquierda. Se quedó mirando la pantalla, y con una lágrima asomando en sus ojos soltó un alarido desesperado, y seguido le salió el nombre de Marina... sin separar la vista del televisor, se percató de que ella lo había oído, no debía estar lejos "¡¡Estoy aqui!!" "Cariño estoy aqui" es lo que escuchó, se secó las lágrimas mezcladas con la sangre que seguía saliendo de su cabeza, y corrió por la pasarela que se zarandeaba endemoniada arriba y abajo, cuando estaba casi en el otro lado, notó algo que le convirtió en hielo la sangre, y notó como el final de su camino iba subiendo de nivel...caía, pero sin saber donde, consiguió dar un salto y como pudo agarrarse al borde tras golpearse la cara contra el suelo, sangraba y estaba colgado de algún sitio que no sabía a que altura estaba, su hombro derecho empezó a dolerle, entonces recordó los golpes a la primera puerta, el segundo crujido que le sonó raro, era su hombro, pero ahora no podía flaquear tenía que seguir, notaba a Marina tan cerca...hizo acopio de lo que le quedaba dentro, consiguió subir no sin dificultad, poniéndose a salvo, tirado boca abajo, con el rostro sangrando por el golpe, la cabeza dolorida, y el hombro dislocado intentaba recuperar la respiración, las fuerzas ahora si empezaban a fallar, pero el no podía rendirse, Marina lo necesitaba, y el no podría vivir sabiendo que aún podía hacer algo más. No quería rendirse.

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