lunes, 12 de septiembre de 2011

Príncipes, historias ficticias (¿o no?) -Parte 1-

El sol estaba escondiéndose tras las marismas que bañan a Fumaces, tras un caluroso día de un verano que estaba siendo atípico todo parecía apuntar que esa noche, Richard iba a hacer lo de las últimas noches, nada. Y es que tampoco había mucho que hacer en Fumaces en verano, la catedral parada, los aldeanos en sus casas estivales y él...como siempre.
Se pasó por la cervecería, como hacía cada atardecer, y tras un par de tragos se fue a casa, paseó por el boulevard que el mismo inauguró algunos meses atrás, por las calles cercanas la gente lo saludaba y alguno todavía le preguntaba por tiempos pasados. Su castillo, su antiguo empleo, sus amigos, pero sobre todo por el futuro.
- ¿Mi futuro? incierto amigo mio, como el de cualquiera.
- Señor, dudo mucho que usted no sepa que le depara el futuro, al menos el más cercano.
- No es algo en lo que piense, prefiero seguir viviendo con lo que venga.
- Es usted raro señor ¿lo sabía?
- Jajajajaja, claro que lo sé, ¡¡que tengas una buena noche!!

Y lo dejó con la palabra en la boca, ¿qué demonios le pasa a la gente del pueblo? Todavía se sorprendía, después de dos años allí. Pero ya lo toleraba y lo tomaba como algo habitual, sorprendente, pero habitual. Se aproximaba a su gran casa, cuando escuchó los cascos de un caballo que venía a toda velocidad calle arriba, se giró y vio que era un mensajero, con cara de tener bastante prisa y que al verlo aceleró el ritmo, y empezó a vociferar.
- ¡¡¡Richard!!!!! ¡¡¡¡Señor!!!!! ¡¡es urgente!! - la cara de Richard impasible ante ese tipo de acciones no delataba ningún síntoma de sorpresa, siguió avanzando hacia su casa con paso lento, y sin perder de vista al mensajero, que se colocó a su lado en unos pocos segundos.
- ¡Señor!, traigo algo para usted, es urgente. - Dijo el joven resoplando y buscando en la saca que traía colgada a la espalda.
- ¿De que se trata?
- Creo que es una citación para ir a algún sitio señor, me han pedido que lo avise con urgencia. - encontró lo que buscaba y le tendió el sobre lacrado a Richard, que sin abrirlo lo guardó en el bolsillo, se despidió del muchacho y entró en la casa.
Se acercó a su despacho, inmenso en tamaño y desorden, pasó la mano por entre las hojas que había esparcidas por la mesa buscando el abrecartas, al no encontrarlo en la primera pasada se acercó al mueblecito que tenía junto a la ventana, sacó una copa y una botella de vino, se sentó en el enorme sillón burdeos que presidia la mesa. Se sirvió un poco vino, dio un sorbo que disfrutó como nunca, y prosiguió su busqueda, infructuosa por cierto, sobre la mesa, sacó el sobre del bolsillo, lo miró y no vio ni remite, ni reconoció el sello del lacrado, siguió buscando el abrecartas en los cajones, en el primero nada, en el segundo tampoco, de nuevo en el primero... ahí estaba, junto al tabaco que le regaló Philip antes de irse de vacaciones.
Tomó otro sorbo de vino, se recostó sobre el asiento y abrió la carta.
"Estimado Richard de Fumaces, me congratularía de una manera impagable que nos deleitara con su presencia en un acto público que se está preparando en la localidad de Villalba, le agasajaremos con música en directo y ricos manjares, y tras los actos públicos un pequeño aperitivo en nuestra humilde morada, sin otra intención, reciba un saludo cordial del Alcalde de Villalba"
- Que bien, algo que hacer... ¿cuando es esto? - Cogió la carta y busco la fecha del acto... - ¿mañana?, con razón era urgente...bueno, supongo que habrá que ir, aqui tampoco hacemos nada.
Se levantó y fue a las cuadras, se acerco a su inseparable amigo, su corcel, blanco, grande, y aunque ya tenía cierta edad todavía se le veía vigoroso e imponente.
- Hola Emperador, mañana vamos de paseo - el caballo lo miró y pareció entenderlo, ya que soltó un relincho y empezó a moverse en su cuadra con impaciencia. - Tranquilo muchacho, mañana, mañana será, así que descansa.

La mañana se levantó algo fresca, y Richard un poco desganado con el mundo, tal vez la botella de vino de la noche anterior tuviera algo que ver con eso, se arregló un poco y fue a terminar de preparar su caballo, si no quería llegar tarde tenía que salir antes de medio día, además debería de llevarse algo para arreglarse allí e incluso algo para dormir y volver al día siguiente. Se lo tomó con bastante calma, y justo a medio día montó en Emperador y salió de su casa rumbo a Villalba. El caballo parecía encantado, llevaba mucho tiempo sin tener a su amo sobre su lomo, y lo echaba de menos, así que nada más salir de Fumaces, empezó a trotar un poco, como pidiéndole algo de acción, necesitaba correr, y Richard no lo dudó - ¿quieres ir rápido eh? ¡¡Pues vamos Emperador!! ¡¡Vamos!! - atravesó el puente de salida de Fumaces a toda velocidad, y enfiló el camino a través del bosque, lo surcaron casi volando, Emperador disfrutaba y Richard alucinaba, cada vez que azuzaba al caballo, este aceleraba aún más, y más y más. En menos de lo esperado Richard empezó a distinguir a lo lejos la torre de la iglesia de Villalba, y antes de poder darse cuenta estaba en la puerta del consistorio, mucha gente esperándolo, y muchos aplausos a su llegada, saludó con cierta vergüenza, desmontó de su caballo y un par de criados le bajaron las bolsas que portaba y se llevaron a Emperador a las cuadras. Uno de los mayordomos del alcalde salió a recibirlo.
- Señor Richard, me alegro de verle, por favor, acompañeme, le están esperando.
Sin abrir la boca Richard siguió a ese hombre bajito y ancho, por un largo pasillo con varías puertas a ambos lados, de frente una enorme puerta con grabados en sus dos hojas. El mayordomo golpeó una vez la puerta, y tras ella se oyeron arrastrar de sillas, al abrirse, pasó el mayordomo y se paró justo al otro lado, y comenzó a decir en voz alta y clara:
- Señoras, Señores, hace su entrada en el Gran Salón de Villalba, el señor Richard de Fumaces. - se apartó a un lado con un ligero paso, y Richard vió el camino libre, al cruzar el marco de la puerta, comenzaron a sonar los aplausos y vitores de los allí presentes. De frente, tres mujeres y dos hombres encima de un pequeño escenario, y 5 sillas, y hacía allí fue, reconoció a John, delgado, de voz poderosa, alcalde de Villalba y a Thomas, rechoncho y agradable, además de ser el escriba y amigo del alcalde, también estaba Guadiana, de pelo largo y juventud envidiada por Richard, de la otra mujer lo desconocía todo. Le llamó la atención su rostro, su cabello y su esbelta silueta escondida tras un sugerente traje de hilo blanco con bordados dorados, y sus ojos, hipnóticos, verdes, inmensos, saludó a todos y cada uno, de los que conocía, y John le presentó a la mujer que faltaba.
- Richard, gracias por venir, es un honor tenerte aquí.
- No es nada hombre, no te preocupes, en Fumaces esta todo muy tranquilo, tu sabes como es el verano.
- De todos modos gracias por asistir, ¿Conoces a mi hermana? - Dijo llamándola para que se acercara, - Marina, este es el Conde de Fumaces, Richard - Esta se acercó sonrojada, él le tendió la mano para coger la suya y besarla.
- Encantado Marina.- Tras esas presentaciones John tomó las riendas del acto e invitó a todos a ir al patio del ayuntamiento, donde estaba todo preparado para la actuación, delante las sillas donde estarían los seís, Richard tomó asiento en un lateral, a su lado Marina, John, Guadiana y Thomas, junto a este último se sentó Claris, amiga de Thomas y que no había asistido al recibimiento de Richard.
Así pasaron la actuación, Richard con semblante serio, Marina hablando con su hermano, John disfrutando con Guadiana, y Thomas y Claris pendientes de todo.
"Bueno, por lo menos es algo diferente" pensaba Richard. Al finalizar el acto, subieron a la planta superior donde estaban las viviendas de Thomas y John, donde tomaron algo antes de dormir, Richard estaba agotado, y casi a la vez, Marina dijo que se iba a sus aposentos a descansar, se miraron, sonrieron, y miraron a John, - ¿Ya os vais a descansar Richard?
- Estoy un poco cansado, ha sido un camino duro, demasiada calor.
- Entiendo, Marina ¿te importa acompañarlo hasta su habitación?
- Para nada hermano, si es tan amable Richard... - Dijo ladeando un poco la cabeza. Se puso en pie y ambos salieron del salón.
Silencio. Solo se escuchaban los pasos de ambos por el interminable pasillo por el que andaban, Ni un gesto, nada. Silencio. Marina se paró delante de una de las puertas, y la abrió, sin más.
- Buenas Noches señor Conde
- Llamame Richard, Buenas Noches a ti también Marina.

Y entró en la habitación. Allí estaban su petate y su ropa, se acostó sin pensar en nada, y durmió como cada noche de ese último año, solo.

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