martes, 6 de diciembre de 2011

Crisis, los Príncipes también la sufren

Los fondos para seguir con la construcción de la catedral se habían esfumado, las malas cosechas del último año y la poca capacidad de ahorro de una comunidad como Fumaces, que escaseaba en todo, estaba haciendo que Russel empezara a perder la cabeza, había vendido casi todas sus propiedades, alquilado muchas de las habitaciones de su propia casa y todo para obtener el dinero suficiente por ver finalizada la obra que empezó hace tanto tiempo atrás, la misma que le había llevado hasta el sillón en el que ahora se encontraba.


Su castillo ahora era la vivienda temporal de los jornaleros, ellos le dejaban más barato su jornal y a cambio el les cedía las instalaciones del castillo para vivir, él se ahorraba una cantidad respetable de dinero mientras, los jornaleros no tenían que desplazarse desde Fumaces, ya que los campos rodeaban prácticamente todo el castillo.

Aún así faltaba dinero, no paraba de buscar cosas de las que deshacerse, en su casa, en Fumaces, ya casi no le quedaba nada, su despacho tenía la mesa con una silla de nea y el mueble donde guardaba todos los documentos de la obra y demás datos de Fumaces, ni tapices, ni cuadros, ni alfombras, ni elementos decorativos. Nada. Se había quitado incluso la cocina, ahora comía en la Taberna. ¿De donde sacar algo más de dinero?

Vagaba por las diferentes plantas de la casa, bajó al salón principal, estaba totalmente desolado, vacío, avanzó hasta el patio y allí se llevó las manos a la cabeza. Emperador. Tal vez su bien más preciado, el que le había acompañado estos últimos años, el que había vivido junto a él mil historias, el único que sabía toda la verdad sobre Russel. ¿Venderlo?


Es una opción, aunque tal vez no sea la mejor.

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