lunes, 7 de noviembre de 2011

No Siempre

Las colillas se acumulaban en los bajos del coche, la lluvia no daba tregua y la petaca que llevaba en la gabardina estaba a punto de agotarse. No recordaba que tiempo llevaba allí aparcado, esperando que ocurriera algo, y ese algo pasó, un coche paró justo en el portal, dentro dos personas discutían, pero ni la tormenta ni las ventanas subidas del coche le dejaban oir lo que se decía dentro. De repente ella salió, y apenas se había cerrado la puerta que este salió gastando goma, y dejándola en medio de la carretera, mojándose, y asombrada por ver como se alejaba el vehículo, sin más explicaciones. Mientras tanto, al otro lado de la calle John no le perdía de vista y se encendió otro cigarrillo para aguantar el ansia de salir tras ella.

Vio como entraba en el edificio, la luz de la planta baja no se encendió, pero pudo entrever como se abría la puerta del ascensor, contó 27 segundos, es el tiempo que tardaba en recorrer el ascensor las plantas que le separaban del portal. Pero no hubo más cambios, y eso empezó a preocuparle. Cogió la gabardina del asiento del copiloto, se puso el sombrero y salió del coche, al llegar al portal sacó un pequeño gancho, lo introdujo por la cerradura hasta oir el "clack", tras lo cual solo le quedó empujar la puerta. Se acercó al ascensor, había restos de agua del último usuario, pulsó el botón y las puertas se cerraron. Al llegar a la planta ni siquiera se bajó del ascensor, el suelo que rondaba la puerta estaba seco, no había bajado en esa planta, ¿donde estaría?. Se le erizó el bello y salió a toda prisa del ascensor, subió las escaleras y al llegar al final de la escalera vio la puerta de la azotea abierta. Se quedó paralizado unos segundos, después salió.

La lluvia no facilitaba las cosas, estaba con el pelo en la cara, la cabeza gacha y las manos apoyadas en el grueso muro que le separaba del abismo. El agobio recorría su cabeza, no sabía que estaba haciendo mal y no podía dejar de llorar, la impotencia podía con sus ganas de sonreír. Algo llamó su atención a su lado, levantó un poco la cabeza y la giró hacía la derecha, donde había unos zapatos, y los bajos de un pantalón. Sorprendida miró hacía arriba y allí estaba él.

- ¿Que demonios haces aqui John?
- Ayudarte en tu decisión.
- ¿Mi decisión?
- Una vez me dijiste que cada vez que subías aqui era porque necesitabas pensar y en ocasiones se te pasaba por la cabeza saltar, pues bien, te voy a ayudar. - Y le tendió la mano desde lo alto del muro, pero vio como en la cara de ella se dibujaba una leve sonrisa, que se torno en pánico al ver que un golpe de viento hacía que el sombrero de John saliera volando y este perdiera un poco el equilibrio.
- Baja por Dios, que hoy no creo que salte, tengo un amigo que me ayuda a sentirme bien.
- ¿Estas segura? mira que ese amigo no va a estar pendiente todos los días...y el día que falle....
- ¡Baja idiota! - Dijo ella sonriendo.


Le invitó a pasar a casa y a tomar una copa, pero él la rechazó con mucha sutileza, "tengo que ayudar a más gente a resolver sus problemas, pero podemos quedar mañana a tomar café si te apetece, así me cuentas...no sé, lo que te apetezca" le dio un beso en la mejilla, desde el otro lado de la puerta, se sacudió un poco la gabardina que estaba empapada y bajó por las escaleras. Justo al llegar al coche, sonó su teléfono. "GRACIAS" decía el mensaje, se giró y miró hacia la ventana de ella, se despidió antes de entrar en el coche haciendo un gesto con la mano, encendió otro cigarrillo, puso la radio y...cosas del destino sonaba esta canción.

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