martes, 15 de noviembre de 2011

Al otro lado de la cama

Un día te despiertas y ves que hay alguien a tu lado, te giras en la cama, miras la hora del reloj que hay sobre la mesilla, son las 11.34 de la mañana y en tu cabeza resuenan dos palabras "demasiadas cervezas" y te tumbas boca arriba. Mientras piensas en quien es y como llegó hasta tu cama, ella te abraza y se acerca a ti apoyando su cabeza sobre tu pecho, cierras los ojos, respiras hondo y no paras de hacer memoria, pero no funciona, te acuerdas de otra persona, de todo lo que has hecho con esa otra que aun ronda tu mente, que nada tiene que ver con lo que hiciste anoche ¿O si?. Ella abre los ojos, te mira, sonríe, y te besa, soltando un "Buenos Días" capaz de iluminar el más oscuro de los pozos, pero no tu mente, que sigue en penumbra y a lo suyo. Le devuelves la sonrisa forzada, la abrazas para camuflar tu indiferencia.


No sabes porque está en tu cama, te haces una idea, pero no sabes como llegaste hasta ese punto. No es lo que quieres. Ella se levanta con la intención de hacer el desayuno, y su desnudez te sorprende, es preciosa, casi perfecta, pero no es quien tu esperabas. Su pelo ondulado, alborotado por una noche que pareció ser ajetreada, y no solo lo intuyes por su desnudez y su despeinada cabellera, si no por la ropa esparcida por toda la habitación. Desaparece tras la puerta del cuarto, y te incorporas en la cama apretándote la sien con ambas manos, ya no intentas recordar lo ocurrido esa noche, intentas dejar de pensar en otra noche, distante en el tiempo, cercana en tu memoria, cuando era otra mujer la que llegaba contigo, de la que no te olvidas, con la que jamás volviste a pasar una noche y con la que jamás volverás a pasarla. Esa noche en la que ambos os entregasteis en cuerpo, y tu añadiste el alma, y ella alquiló su corazón entre un mar de dudas y confusión. Estabas en el lugar equivocado en el momento correcto. Sus piernas entrelazadas con las tuyas, sus labios que no querían separarse de tu boca, vuestras manos que no dejaron ni un ápice de ambos cuerpos por recorrer. Placer, lujuria, ansía y deseo, todo mezclado aquella noche.

Volvió a entrar esa dulce desconocida, con una bandeja en las manos, y tu camisa, que cayó en la entrada de la habitación, puesta, está preciosa pero no es lo que tu quieres. Deja la bandeja con el desayuno en la cama, te ofrece una tostada, bromea sobre lo ocurrido esa noche, te sorprendes de sus palabras. Te besa, la besas buscando algo parecido a sensaciones pasadas. Nada. Termina el desayuno y ella se sienta a tu espalda, rodeándote con brazos y piernas, besando tu cuello, acariciando tus brazos, ofreciéndote su cuerpo de nuevo. Y volvéis a caer juntos de nuevo sobre la cama, y crees que repetis todos y cada uno de los movimientos de la noche anterior, y mientras eso ocurre tu piensas de nuevo en ella, y tu mente se enciende, y ya no ves el rostro de quien está contigo, si no el suyo, y la abrazas con pasión, y la besas con ternura, y te ofreces como aquella noche, en cuerpo y alma. Te mientes o te engañas, como quieras pensar, pero ella no lo sabe, y disfruta, la oyes, la notas, sus piernas se estremecen, te aprietan la cintura, sus manos te arañan la espalda porque tu cuerpo y tus ganas la hacen perder el control de sus actos, pierde el control por que tu la engañas pensando en otra.

La mañana se convirtió en noche, y ella se marchó, "mañana trabajo, te llamo cuando salga" fueron sus palabras antes de la despedida, un leve roce de labios y cerró la puerta. Ni siquiera le preguntaste el nombre, ni sabes si tiene tu número de teléfono, ni te interesa. Vuelves a la cama, y duermes. Al día siguiente te despiertas y ves que no hay nadie a tu lado, y volvemos a empezar.

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